Del Cine de Oro mexicano al cine de Hollywood, el tequila es parte de la vida de varias generaciones, tanto en México como en Estados Unidos.
Curiosamente, el tequila no se convertiría en ícono mexicano hasta la Revolución Mexicana, ya en pleno siglo XX.
El tequila se mantiene vigente gracias a su versatilidad y creatividad. En Casa Natima nos dedicamos a crear los tequilas del México contemporáneo, combinando tradición y tecnología.
Los cuatro elementos fundamentales de la esencia nacional, suelen presumir los jaliscienses, son el charro, el mariachi, el tequila, y su equipo de futbol, afirmaba José María Muriá, uno de los más respetados historiadores de México y gran conocedor de la historia del Tequila. En su libro “El famoso tequila” –donde argumenta que la palabra “tequila” significa realmente “lugar de hierbas entre las piedras”–, Muriá nos cuenta cómo la bebida pasó de ser un destilado prohibido en la época colonial (para evitar que compitiera con los aguardientes extranjeros) a un símbolo inconfundible de lo mexicano, siempre presente en eventos culturales, fiestas patrias, reuniones familiares y hasta en los partidos de futbol que las familias miran por televisión los domingos.
El tequila es reconocido desde la época colonial como “estimulante de la alegría y el ingenio”; nos dice también Muriá, y fue quizá eso lo que le ayudó a que poco a poco, y a pesar de los grandes obstáculos que tuvo que padecer, fuera ganándose el corazón de los mexicanos. Debido a su creciente popularidad, a mediados del siglo XVI el gobierno optó finalmente por autorizar su comercialización, con resultados sumamente favorables: fue gracias a los impuestos recolectados por la venta de tequila que se logró financiar la introducción de agua potable a la ciudad de Guadalajara y la construcción del actual Palacio de Gobierno de Jalisco.
Faltarían, sin embargo, algunos cientos de años para que el tequila se convirtiera en ícono de la mexicanidad. Todavía en el siglo XIX se le consideraba como una bebida de “gente de clase baja”, pues “la clase alta” de aquellos tiempos aspiraba al estilo de vida francés, prefiriendo beber coñac. Otro adversario fue el famoso ferrocarril, el cual distribuía bebidas europeas de costa a costa con gran eficiencia. Pero llegó el siglo XX, y con él la Revolución Mexicana (1910 – 1920). Surgió entonces una identidad nacional que rechazó las costumbres afrancesadas de Porfirio Díaz y las clases privilegiadas, y encontró en el tequila un símbolo que resonó, especialmente, entre los sectores populares que componían el movimiento armado: además de beber pulque, se cuenta que las tropas revolucionarias tomaban tequila para mantener el coraje durante las batallas.
El tequila: La décima musa es mexicana
Además de dominar la cultura popular, el tequila sedujo e inspiró también los corazones de artistas y poetas: Álvaro Mutis, uno de los mayores autores hispanoamericanos, describe al tequila como “una pálida llama que atraviesa los muros y vuela sobre los tejados para aliviar la desesperanza”. Octavio Paz, premio Nobel de Literatura mexicano, escribió el poema “Agave Azul”, que describe la intimidad del acto de compartir el tequila. Chavela Vargas, una de las más notables cantantes de música ranchera, sospechaba que en su vida había tomado unos 45 mil litros de tequila. Se dijo de ella que humedecía su garganta con dicha bebida antes de cantar, y cuando decidió dejarla, motivada por su pareja, el presidente municipal de su localidad declaró: “Hemos sufrido una pérdida irreparable. La señora Vargas ya no toma”.
El tequila también ha inspirado grandes canciones de compositores mexicanos. José Alfredo Jiménez –que, dicho sea de paso, era un gran aficionado a esta bebida– compuso la clásica Ella, quizá una de las mejores canciones de despecho del género ranchero:
Yo sentí que mi vida
Se perdía en un abismo
Profundo y negro
Como mi suerte
Quise hallar el olvido
Al estilo Jalisco
Pero aquellos mariachis, y aquel tequila
Me hicieron llorar
Y Martín Urieta, otro grande del género, compuso Acá entre nos, interpretada para la posteridad por otro grande: Vicente Fernández:
Por presumir, a mis amigos les conté
Que en el amor ninguna pena me aniquila
Que pa’ probarles de tus besos me olvidé
Y me bastaron unos tragos de tequila
Cimentado su estatus como ícono mexicano en el siglo XX, el tequila no se detuvo ahí: cruzó también fronteras culturales e idiomas. Su influencia en Estados Unidos, quizá insospechada, fue notable.
El tequila: Un siglo coqueteando con Estados Unidos
La primera gran oportunidad para la gran llegada del tequila a los Estados Unidos sucedió gracias a la Prohibición: Entre 1920 y 1933 el gobierno de Estados Unidos prohibió la producción, importación, transporte y venta de bebidas alcohólicas. Gracias a los contrabandistas, a la proximidad de Tijuana y a sus abundantes bares, los estadounidenses conocieron y amaron el tequila. Posteriormente, la llegada de la Segunda Guerra Mundial impidió la importación de whisky, por lo que la industria del tequila se encargó de suplir la demanda, creciendo a niveles nunca antes vistos.
En 1958, la canción “Tequila” de The Champs se convirtió en el éxito número uno de la listas de pop y R&B; cinco años después, un fotógrafo captaría a Marilyn Monroe bebiendo tequila en Coyoacán, lo que propulsó aún más la imagen de la bebida. En los setenta, la popularidad de la Margarita y el Tequila Sunrise se disparó aún más gracias a las canciones Margaritaville (1977) de Jimmy Buffett y Tequila Sunrise (1973) de The Eagles, pero sobre todo porque un poco antes, en 1972, el destino llevó a los Rolling Stones a probar el Tequila Sunrise en un bar de San Francisco. Tanto les gustó que “Mick Jagger hizo que el tour manager de los Stones copiara la receta del cóctel y añadiera un requisito al rider oficial de la banda: dos botellas de tequila, un galón de jugo de naranja y una botella de granadina, todo entregado en el camerino antes de cada show”, nos cuenta la publicación The Daily Beast. Así iniciaría la fama de los cócteles tequileros en la cultura pop estadounidense que hoy, lejos de desaparecer, está a la alza.
El tequila y sus misterios: la Margarita
La Margarita es considerada el cóctel con tequila más famoso en Estados Unidos, pero su origen se mantiene en el misterio. Pancho Morales, un hombre que fue barman en Juárez por 21 años antes de emigrar a Estados Unidos en 1945, dice ser el creador del cóctel… pero también lo dice John Durlesser, el barman del Tail o’ the Cock quien asegura que en 1936 le pidieron que duplicara un cóctel que una clienta había probado en México. El nombre de aquella clienta era Margaret, así que John nombró la bebida en su honor. Por otro lado, tenemos a Sara Morales, experta en folklore americano, quien sostiene que la Margarita nació en un bar de Taxco y se le debe a una dama llamada Doña Bertha. También reclamó el crédito del cóctel la socialité Margaret Sames, quien aseguró en 1948 que creó la Margarita mientras organizaba una fiesta en su casa de vacaciones de Acapulco. Mezcló tequila, Cointreau (un licor de naranja) y jugo de lima, y le puso su nombre a la bebida. A estas historias se suman otras tantas, la mayoría con argumentos convincentes o, al menos, verosímiles.
El tequila y el Más Allá: un manjar para los difuntos
Sí, el tequila es también famoso en el Más Allá, y es que los difuntos regresan a sus casas el dos de noviembre para disfrutarlo de nuevo. Cada Día de Muertos, las familias mexicanas colocan altares para honrar a sus seres queridos, siendo tradición incluir los alimentos y las bebidas favoritas de los difuntos para motivarlos a visitar a sus familias. Naturalmente, el tequila es una de las ofrendas más populares. La tradición cuenta que las almas de los muertos se alimentan de la esencia de las ofrendas del altar, por lo que al día siguiente, si uno prueba cualquier comida o bebida, descubrirá que éstas ya no tienen sabor.
Hoy en día, el tequila es uno de los productos mexicanos más exportados y reconocidos a nivel global gracias a su calidad y versatilidad, pues puede disfrutarse solo o como cóctel; ofrece un repertorio de perfiles tradicionales y modernos, y se puede maridar tanto con carnes como con quesos y hasta mariscos y chocolates. Más que una bebida espirituosa, el tequila es un símbolo vivo de la identidad mexicana y, como tal, continúa evolucionando, fiel a su carácter resiliente que lo ha distinguido desde su concepción, enamorando a generación tras generación en América y el mundo.
En Casa Natima, contribuimos a la evolución del tequila al crear perfiles ideados para el México contemporáneo, aquél donde convergen la sabiduría de la tradición y la creatividad de la juventud; la eficiencia de la tecnología y la paciencia de los métodos tradicionales, siempre garantizando la trazabilidad, así como la calidad de nuestras plantas de Agave Azul.
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